Como ya os avancé a alguno de vosotros este domingo, ya he podido devolver el favor al ayuntamiento de El Madroño. A la semana de pasar lo de arriba, y primero expuesto en este hilo, llamé al alcalde y le propuse la planificación y puesta en marcha de rutas de senderismo por el término municipal.

Me han seguido dando techo cuatro fines de semana seguidos y en ese tiempo he pateado el término de cabo a rabo buscando las mejores opciones.

Me han salido cuatro rutas de senderismo y una de cicloturismo. Las 5 las he grabado manualmente en el wikiloc con mucho mimo y, apostaría que, sin fallos:

Ruta 1.- es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=4077400

Ruta 2.- es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=4099766

La primera tiene 11'6 km y la segunda 15'8 y son complementarias, ya que pueden hacerse las dos seguidas pues forman una especie de "ocho" al ser las dos circulares y parten del mismo sitio, sitio que no es otro que la puerta del ayuntamiento.

Ruta 3.- es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=4099950

Ruta 4.- es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=4100614

La tercera tiene 16'6 km y la cuarta 10 km. Ambas comparten un tramo de unos 2 km entre Juan Antón y Villargordo, son complementarias y pueden unirse formando otra ruta circular de unos 24/25 km que requiere desechar el tramo de unión compartido.

Ruta de cicloturismo.- es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=4080228

Esta es la joya de la corona: 65'4 km donde el ciclista visitará todas las linde fluviales de El Madroño. Es un rutazo espectacular.

Todas las rutas tienen rincones muy hermosos. De momento aquí las dejo para el que quiera hacerlas por su cuenta pueda hacerlas guiándose por el GPS.

Ya están propuestas y sólo falta que el pleno del ayuntamiento me las apruebe y me dé el permiso para señalizarlas con pintura y espero que con premura.

Cuando estén señalizadas propondré alguna de ellas al club.

Asi concibo yo la vida: Cuando te ayudan puedes y debes devolverla si está dentro de tus posibilidades.

¡Salud y libertad!

Yo también peco de aburguesado, Manolitro. De momento un coche me llevó al punto de inicio, llevaba dinero y tarjeta (que olvidé en él al salir) y un buen saco de dormir por lo que pudiera pasar.

El único riesgo que llevaba era que me cogieran o no en auto-stop, que no era mucho visto lo visto. Además, ese pequeño riesgo no lo corría desde hace mucho. El otro riesgo adicional (el de pasarme 2 pueblos, no 3) fue por mero despiste.

Gracias por el cariño que sé me profesáis aunque no me acompañéis físicamente.

Un besazo.

Hola, Pepe.

Como siempe, tus relatos, poesia peregrina.

No es que no tengas poder de convocatoria. Es que nosotro no tenemos"eggs"

Tus rutas evocan el andar de nuestros ancestros, cuando no había coches y otras comodidades. Tu redescubres algo que el egoismo y la desconfianza han arrumbado en el cajón de los olvidos. La solidaridad, la palabra amable, el cigarrillo o el vino compartido en una venta de pueblo. La ayuda del que no conoces, a quien no conoce.

¡Y pensar que recién presentado a nuestro grupo, alguien te calificó como un peregrino de biblioteca!

No lo digo con acritud ni por sacar viejas cuitas. Quien lo dijo te conoció y comprendió que al final podemos terminar siendo una caja de sorpresas. Y tu lo has sido.

Gracias por hacernos partícipes de tus aventuras. Tus relatos nos hacen sentir un poco cupables por plantear nuestras salidas al campo como una actividad segura y premeditada y medidamente incómoda. Eres como nuestro particular Al filo de lo Imposible, vivido desde la comodidad de nuestro sillón.

Un abrazo,

Manolo R.

Muchísimas gracias, Don Joaquín.

Le dejo aquí con lo que escribí sobre Trillo en mi periplo por el Camino de La Lana. Espero sea de su agrado. Un abrazo:


14ª Jornada: Salmerón – Trillo (28 kms.)

El terrateniente usurpador


El cielo está bastante cubierto y la mañana se presenta perfecta para pasear. Al poquísimo de abandonar el pueblo empieza el camino a ser pino. 50 minutos tardo en subir hasta la última loma, ya que como pasa muchas veces la primera loma que uno vislumbra no es la más alta, ni la segunda tampoco, es la tercera. Ya arriba, y en llano, el paseo es muy, muy agradable. Vuelvo a estar en zona de monte.

Y ya me acerco a la famosa finca usurpadora del camino hacia Villaescusa de Palositos. Para quien no conoce el asunto informarle que un terrateniente ha vallado y cerrado a cal y canto el camino público que va hacia ese pueblo, abandonado hace unas décadas. Hay, además, un cementerio al que no deja acceder. Ya han habido manifestaciones en la finca e incluso creo que se desalambró.

Desde Alicante todos los que conocen el asunto me han dicho que salte la valla porque estoy en mi derecho de ir por ese camino público.

El terrateniente ha hecho un camino que circunda la finca pero es más largo.

Un poco antes de llegar a la finca un agricultor me avisa de que el paso está cerrado más adelante. Le contesto que lo sé y que saltaré la alambrada. Pero un sexto sentido me hace que me separe del camino a echar un cigarro. Efectivamente, un 4 x 4 sale de la finca en mi dirección. No me ven y siguen adelante. Van tres personas en su interior. Esto me huele a chamusquina y cometo un acto absurdo aunque reflexionado: Sacar de la mochila la navaja que me regaló el “Rosendo” y tenerla a mano. Nunca es sabia elección tener a mano un navaja, mas la vigilo por si la moscas.

Retomada mi andadura y a unos cien metros de la finca vuelve a pasar el 4 x 4 pero esta vez hacia la finca. Nos devolvemos los buenos días. Uno de ellos cierra el candado de la puerta y se quedan los tres esperando mi llegada. Allá voy.

Con cara de pocos amigos habla el terrateniente, que va acompañado de un viejo bizco y de un jornalero enjuto. Me cuenta que el agricultor le comentó que voy a saltar la valla. Asiento. Me da dos opciones: Saltar la valla y denunciarme o saltar la valla, él devolverme a la entrada por la fuerza, y yo denunciarle. Estoy tranquilo y me olvido de la navaja. Le digo que no tiene derecho a no permitirme el paso ya que el camino es público. Sigue en sus trece. Le digo que no es mi intención pelearme con nadie y que por favor deje que pase. Sigue en sus trece. Me dice que si me gustaría que él pasase por mi casa como yo quiero intentar por la suya. Le contesto que cuando quiera, que mi casa es la suya. Le desconcierto. Me dice que abogados y procuradores no trabajan gratis. Le digo que a mí me salen gratis ya que trabajo con ellos. Le digo que tengo que pasar para llenar mis botellas de agua ya que con lo que llevo no me alcanza para llegar a Viana (verdad y estrategia). El viejo bizco dice que no es problema y me hace entrega de una botella llena. Me “invitan” a circundar la finca. Les digo que, en ese caso, tendría que desandar y que el camino es más largo. Me dicen que no es más largo (mentira fácil de observar). Sin ánimo de pelearme les pregunto si el monte está desbrozado yendo paralelo a la valla, a lo que el terrateniente, que ha estado arguyendo desde el principio que tiene prisa, dice que me lleva en automóvil hasta el final de la finca. Accedo. Voy a traspasar la valla escoltado pero la voy a traspasar. Es una pírrica victoria pero...

Ya en el 4 x 4 me cuentan una sarta de mentiras acerca del camino que no creo. Me dejan al final de la finca, lleno mis botellas y les devuelvo la suya.

Esta jornada, que iba a ser de unos 31 kms. se queda así en unos 28. Al menos lo intenté.

Ya traspasada la finca, y viendo por primera vez Las Tetas de Viana a lo lejos, descanso para almorzar y reflexionar sobre lo recién acontecido. Lo mejor fue olvidarme de la navaja. Lo demás es discutible.

El camino sigue siendo de tierra y agradable. Sólo debo tomar un par de kms. por carretera hasta Viana de Mondéjar.

El pueblo parece fantasma. Sólo provienen voces de una casa. El bar está cerrado y me siento a descansar a su puerta. De repente una anciana aparece corriendo preguntándome si vi al pescatero. No lo vi ni oí. Resulta que reconoce que se quedó dormida viendo la tele y que confundiría un sonido estridente en ella con la bocina del pescatero ambulante. Nos reímos. Se queda a charlar conmigo y me explica a la perfección cómo salir del pueblo por el sendero dirección Trillo (tengo mis dudas sobre sus explicaciones pero luego comprobaré su exactitud).

El sendero discurre por las faldas de Las Tetas y a veces se estrecha. Es divertido pero tanto al comienzo como al final una serie de mosquitas buscan mis ojos sin descanso y una mosca (no sé si la misma) vuela con su sonido bien estridente cerquísima de mi oído derecho.

Diviso por primera vez la asaz desagradable central nuclear y en breve ya ando por las primeras casas de Trillo. Ya está aquí El Tajo.

La acogida en Trillo es municipal y Pepe, mi bienhechor en Villaconejos, me recomendó preguntar por la bibliotecaria del pueblo.

A unos ancianos en el puente les pregunto por el centro social/biblioteca para buscar a su gestora. Me indican pero allí en el centro no tienen ni idea y la biblioteca está cerrada. Regreso a preguntar a los mismos sobre la casa del alcalde y ya empiezan las mofas. Desconocen que hay acogida en Trillo al peregrino (ya que pasan muy pocos) y les suenan a chino mis explicaciones. No me dan la información y pregunto a otra persona que al menos me dice dónde vive la bibliotecaria. La encuentro y muy solícita me da agua y me cuenta que en la oficina de turismo gestionan lo que solicito. Acudo allí y está cerrada (llego a las 18:05 y cierran a las 18 hs.). De vuelta con la bibliotecaria quien llama a la concejala de cultura quien, prestamente y junto al alguacil, acude en mi ayuda. Deciden acogerme en la sala médica de la plaza de toros. Charlo un buen rato con ellos. Les cuento lo acontecido en Villaescusa y no se extrañan ya que conocen el asunto.

Ya solo y dentro del “albergue” decido tomar prestada para la noche la colchoneta de la camilla, que es más gruesa que la que yo llevo. Me voy a un bar a cenar y me pongo morado de chorizo a la sidra. Dialogo con los camareros sudamericanos. 4 ó 5 cervezas y a la cama (colchoneta, propiamente).

"El viajero busca un sitio para pasar la noche, deja su equipaje y se va a
dar una vuelta por el pueblo. Desde el puente ve correr el Tajo, sucio,
terroso, con las márgenes imprecisas. En sus orillas, unos pescadores de
caña con aire de campesinos o de muleros, con traje de pana, faja negra y
camisa con botón en el cuello, esperan pacientemente a que pique alguna
trucha. Poco más abajo, unas mujeres lavan la ropa.
Sobre la cascada
canta el ruiseñor.
A orillas del Tajo
pesca el labrador.
Granan los geranios
sobre albo verdor.
Los árboles tienen
aire de señor.
Desde Trillo huele
el mundo a otro olor.

El viajero se toma unas yemas y unos pastelitos de hojaldre en una tienda
que hay al lado del puente y después se fuma un pitillo, a la puerta, con
algunos hombres que han vuelto ya de trabajar. El grupo llega a hacerse
grande y el viajero habla de que le gustaría ver el pueblo. Le acompañan
tres o cuatro hombres de su edad. Las tabernas de Trillo tienen un aire
jaranero, alegre, siempre un poco al borde del tumulto. El viajero encuentra
a la gente amable, obsequiosa, con deseos de agradar. Así se lo dice a sus
amigos, y uno de ellos le responde, sonriendo:
—Pues por ahí nos llaman la gente mala, ya ve usted.
A la salida de una taberna, el grupo se encuentra con un hombre joven.
Uno de los acompañantes del viajero le dice:
—Le voy a presentar a usted al señor alcalde.
El viajero y el alcalde se saludan.
—Mucho gusto.
—El gusto es mío.
—¿Qué? ¿Anda usted viendo esto?
—Pues, sí... Dándome una vuelta.
El viajero y el alcalde no saben lo que decirse.
—¿............."

Camilo José Cela
Viaje a la Alcarria

Para el Koete, que no tiene poder de convocatoria ni tendrá nietos, pero tiene mi admiración.

Joaquín.

Aquí Juan Palomo hizo la ruta el sábado pues sólo se apuntó él y su sombra y el viernes amaneció bastante cansado.

La recomiendo sobremanera e incluso el tramo subsiguiente hasta Nerva, que también realizó en su mayor parte.

Si hubiese ido acompañado no se habría despistado, pero la aventura fue mayúscula y asaz emocionante gracias al error cometido.

Ya que no lo acompañásteis en su andadura real, Juan Palomo os invita a hacerlo en la relatada, pues sé que a alguno de aquí le gusta leerlas.

Un abrazo a tod@s dejándoos con la aventura:



Tren, tren, tren

Hacía tiempo que no vivía una jornada tan larga, intensa y llena de sorpresas y anécdotas como la vivida el sábado en el monte.

La ruta era, en principio, de 26 km sobre la vía muerta del tren minero entre el embalse de Corumbel y la estación ferroviaria de Berrocal (Huelva).

El itinerario se preveía cómodo ya que el trazado de la vía corre en paralelo al Río Tinto y asciende tan ligeramente como él desciende.

75 km de carretera desde mi casa y a las 9:06 comenzaba una jornada que tenía cierto halo de incertidumbre, ya que la hora de regreso al vehículo quedaba ajena a mi voluntad.

Había intentado que alguien me acompañase a la ruta en varios frentes, mas no lo conseguí. Me gusta más caminar solo que acompañado, pero esta vez si alguien lo hubiese hecho habríamos dejado un coche al inicio y otro al final, quedando todo anclado y excluyendo imprevistos..

Suponía que con las paradas pertinentes y a mi ritmo de siempre, que es tranquilo, llegaría al punto de conexión con la carretera sobre de Zalamea la Real las 17 h. Allí haría auto-stop y, si no funcionase, subiría al pueblo de Berrocal, a escasos km, para preguntar directamente a los que se subieran a sus coches. Es mucho más fácil que te cojan cuando te ven de cerca y hablas con ellos.

Algo fría la mañana, un viento no suave en contra durante toda la jornada y mis pasos sobre un paisaje embelesador y extremadamente silencioso muy de mi gusto.

Al Río Tinto no baja ningún animal a beber debido a su alto grado de toxicidad mineral, así que fueron contadísimos los sonidos que compitieron con el ruido de mis pasos: Un pajarillo muy de vez en cuando, el arrullo de múltiples arroyos que vierten al Tinto, tres ciervas que cruzaron el río plácidamente a escasos 20 m de mí, un rebaño de ciclistas aulladores y el sonido estruendoso de algún rápido formado en el cauce.

El cromatismo de este río excepcional es tan impactante como, a veces, diverso. El piso es entre las vías y a sus dos flancos en su mayor parte liso gracias a una tierra grisácea que las había conquistado.

La vía muerta minera y el río discurren encajonados por lomas y montes y hay pocas cómodas vías de escape.

Hice una parada a las dos horas de paseo y otras dos más cada hora y cuarto, arribando a un grupo de casas (ya antes había superado algunas más anexas a la vía) a las 14:45, esto es, a 5:39 desde el inicio.

Tomé el periplo prestado de internet. En una página de un grupo de senderismo se establecía que se tardaría en completar el trayecto unas 7 horas sin paradas. Como yo había caminado cinco sin contar paradas barrunté que no había llegado a mi destino ya que, como dije arriba, mi ritmo es tranquilo, así que, aunque crucé una carretera que podría ser (y que al final resultó ser) la que en breve me llevaría al punto de auto-stop, decidí continuar por la vía esperando encontrar el final sobre las 17 h.

El itinerario seguía siendo hermoso y yo casi flotaba, pero llegaron las cinco y ningún atisbo de conclusión, las 6 y tampoco. Algo más allá de las 6 encaré una explotación minera gigantesca con su debida estación. No estaba seguro de que éste fuese mi destino (ya suponía que me lo habría dejado atrás), pero tendría que dejar de caminar sobre la vía muerta hacia el norte y girar hacia el oeste, ya que yendo hacia allí llegaría a Berrocal o a alguna carretera que lo embocase.

Por mera orientación alcancé una pista que se dejaba absorber por un tupido bosque y al poco, y en ascenso, desemboqué en una encrucijada de caminos donde se divisaba una población al sur y en un alto. Hasta allí me dirigí a lo bestia, esto es, trazando una línea lo más recta posible, y es que la noche se venía encima, obviando cómodas pistas que se empecinaba en formar curvas y más curvas. De esta guisa subí a un cerro, lo bajé entre la maleza y, por empinada pendiente, vadeé un río saltando entre rocas, donde a punto estuve de perder el cayado y mi integridad física, ascendí seriamente entre una maleza bastante hiriente y desemboqué en una carretera que había avistado desde el alto del cerro. Dos km más, grosso modo, y arribaría a la población que creía Berrocal.

Faltando sobre un km llegaba un coche en mi dirección, saqué el dedo y paró. El lugareño bien amable me dejó en un bar del pueblo no sin antes advertirme que me dejaba en El Madroño, una localidad 7/8 km más al norte de Berrocal y que él continuaba no en dirección Berrocal, sino hacia El Castillo de Las Guardas.

El Madroño es un pueblo al que le tenía un especial cariño aunque había estado en él sólo una vez. Precisamente en ese bar nos trataron a una amiga y a mí excelentemente. Aún siendo una putada haber desembocado varios km más alejado de mi vehículo, me agradó bastante la idea de pasar un rato allí.

En estos pueblos pequeños, cuando pasas andando con mochila grande (y es que llevaba el aislante, algo de ropa y el saco de dormir por si las moscas) te observan con exagerada curiosidad. Así llegué yo al bar con mis más de 36/7 km andados durante 10 h y media. Tras dar las debidas buenas tardes le expuse mis andanzas someramente al camarero indagándole si conocía a alguien que fuese hacia Berrocal o incluso más allá. Me contestó que no y que lo tenía muy difícil. Visto que no era demasiado tarde continué caminando hasta la salida de la población y allí aguardé hora y media a que apareciese algún coche. Negativo. Durante este tiempo llamé a un amigo que tiene una casa en Berrocal por si sonase la flauta de que estuviese allí. Negativo. Antes, y en lo alto del cerro, llamé a una amiga que pasaba no muy lejos y en dirección a Sevilla (comodín que me guardé), quien tampoco vino a recogerme.

Estaba escrito que tendría que pasar la noche en El Madroño, así que regresé al bar a preguntar por un sitio recogido para hacer noche, que ya era gélida a esas horas. Una de las personas que entró en la conversación era concejal y ya puesto le pregunté si el ayuntamiento me podría ofrecer un techo para esa noche. Decenas y decenas de veces he solicitado, en mis múltiples caminos a Santiago, techo a alcaldes y párrocos, así que era algo ya frecuente y que ya echaba de menos.

Un par de habitantes del pueblo, dos buenas personas llamadas Isidoro y Acevedo, me invitaron a alguna cerveza que otra para aliviar el disgusto (que ya no era tal, sino resignación) y, entre tanto, se presentó el alcalde, que llevaba solo dos días en el cargo, para acompañarme a un local del ayuntamiento donde estaría cubierto y que, además, tenía lavabos. Todos ellos quisieron invitarme a cenar, mas mientras había estado esperando a la salida del pueblo había dado debida cuenta de un gran bocadillo de lomo que me había acompañado durante todo el día y que ya pedía a gritos su digestión.

A las 23:30 h, y más a gusto que un arbusto, puse en el suelo un panel con fotos antiguas, dos cartones de venta de helado y mi aislante, conformé como almohada un baturrilo de menudas prendas y embutí mi agotada cuerpo dentro del saco de dormir.

Con las campanas de las 8 me levanté habiendo dormido, más o menos, la mitad de la noche, me aseé un poco, dejé todo tal como lo encontré, fui al bar a devolver las llaves y despedirme agradecido y regresé a la carretera dispuesto a hacer auto-stop a todo bicho viviente, tuviese o no alas o cuernos.

No me agrada caminar sobre carreteras, pero tras la intensísima jornada anterior no me apetecía tragarme otros treinta y tantos km regresando a la vía muerta, con ninguna posibilidad de rebajar el kilometraje, así que no tenía otra opción que ésta. El paisaje era más que agradable y entre subidas y bajadas llegué casi a Berrocal sin haberme adelantado ningún coche. Quedando algo más de un km sí pasó alguno pero decidí, al cabo, realizar esos 7/8 km íntegros porque las vistas lo merecían.

Ya en el pueblo cargué agua y comí algo de lo escasísimo que portaba. Aún me quedaban 25 km para llegar al auto. A unos 200 m de abandonar el pueblo me paró el primer coche que me pasó y me llevó 6 km más allá. Anduve algo más de un km y otro coche me paró y me quitó otro km (lugareños que se dirigen a sus fincas) y otro km y pico más allá un Mercedes con cuatro ocupantes me condujo hasta el embalse donde había aparcado mi vehículo. Resultó que el conductor del Mercedes se había cruzado conmigo andando antes de llegar yo a Berrocal. Le di los buenos días y le sonreí como suelo hacer. Al reconocerme más tardé se decidió a auxiliarme. En fin, que de los 25 km que tendría que haber deambulado sobre el asfalto sólo lo hice sobre tres (más los 7/8 iniciales).

Lo primero que hice fue buscar dentro del vehículo el dinero y la documentación, no fuese a ser que los hubiese extraviado por el camino. Comprobada su presencia regreso a casa y pantagruélico yantar y siesta.

Otra batallita para contar a nietos que nunca tendré. Ratos de agobio e incertidumbre, cierto, pero altamente compensados por el trayecto delicioso sobre la vía muerta del tren y la compañía para nada convencional del Río Tinto, por la bonhomía de las gentes de los pueblos pequeños y por vivir in situ que aún, a pesar de el miedo que nos meten inícuamente con embudo, hay todavía gente que te recoge cuando le haces señas en la carretera.

Tengo en mente devolver el cariño y el excelente trato que me ofrecieron el sábado, sin conocerme, las gentes de El Madroño. Puedo hacer algo por ellos y lo ofreceré. En breve me pondré en contacto con el alcalde.

Como siempre os deseo salud, libertad y la ansiada llegada de la anarquía.

A las buenas de nuevo:

Sé que tengo menos poder de convocatoria que El Yeti, pero por insistir que no quede.

Tengo pendiente de realizar una caminata por el Río Tinto y la vía de tren anexa entre las dos localidades que encabezan este mensaje. Son 26 km y la ruta es lineal y muy llana. YO he pasado cerca en coche y creo que merece mucho la pena conocerla.

Está superdetallada en esta página:

locandares.blogspot.com.es/2012/03/ruta-del-rio-tinto-el-berrocal-la-palma.html

Habría que ir en más de un coche, mas está muy cerca de Sevilla, así que el gasto sería escaso.

Podría cambiarla para otro día si alguien estuviese muy interesado y no pudiese este viernes.

¡Salú y força al palodú!

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