EL PINSAPO Introducción 

 

      Se cumple en este año de 2009 el veinticinco aniversario de la declaración de Parque Natural al conjunto de la Sierra del Pinar de Grazalema, en base a la ley de Espacios Naturales de 1975. Desde 1978 esta Sierra forma parte del Programa MaB de la Unesco, siendo la primera Reserva de la Biosfera declarada en España.

       Estas y otras medidas legislativas han propiciado la conservación y mejora de un enclave de singular importancia botánica, ecológica y medioambiental.

       Figura central y determinante de esta Sierra del Pinar, es el Pinsapo, que a pesar del topónimo de la Sierra no es Pino sino Abeto, congénere de los que pueblan los bosques europeos, protagonistas de idílicas postales de Suiza o Austria y que aquí tenemos, en Grazalema, en la Sierra de las Nieves y en Sierra Bermeja, en plena Región Sur Mediterránea.

        No es de extrañar la perplejidad de los primeros viajeros científicos europeos, al encontrarse con semejante extravagancia geobotánica, que tiene, como no podia ser de otro modo, su explicación científica y que es consecuencia de una serie de acontecimientos y condiciones naturales que conforman y explican la presencia de estos bosque boreales en pleno ambiente mediterráneo.

     El factor determinante de la presencia y persistencia de Pinsapo en estas Sierras de Cádiz y Málaga es la gran pluviosidad de las mismas, superiores a los 1000 litros por m2 anuales (en Grazalema 2000) y que satisfacen las exigencias hídricas de la especie, que aún siendo tolerante con la sequía estival, ésta no debe ser inferior a los 100 litros por m2 (en Grazalema 15O). 

       Forma parte el Pinsapo de los llamados Abetos Mediterráneos, entre los que se encuentran; el Marocana y el Númidica del Norte de Africa, el Nebrodensis de Sicilia, Cephalónica de Grecia y algunos más de Turquía y extremo oriental de la cuenca mediterránea. Diferenciados del Abeto común europeo del que proceden, constituyen un paisaje insólito cuya fisonomía de bosque oscuro y umbroso recuerda ambientes norteños.

        Su origen debe remontarse al Oligoceno, período de la Era Terciaria en el que hay un enriquecimiento de la flora en general y en particular de los bosques de coníferas. Su diversificación de los abetos norteños se consolida a mediados del Mioceno, periodo en el que se resuelven las grandes formaciones orográficas que conforman el aspecto actual de la Tierra y comienzan las alternancias climáticas con periodos húmedos y secos en la región mediterránea.

        Con estas alternancias de periodos húmedos y secos, las poblaciones del abeto ancestral fueron fragmentándose, comenzando por la porción suroriental de la cuenca mediterránea. La persistencia hasta la actualidad, como reliquias, de algunas de las poblaciones que fueron quedando aisladas, fue posible gracias a la existencia de refugios locales en los que se originan precipitaciones por elevación de aire húmedo desde el mar, moderando así el impacto de la aridez de los periodos secos y permitiendo la persistencia de los abetales. Tanto en el pasado como ahora, la precipitación absoluta en estos reducidos refugios locales resultó determinante para el acantonamiento de poblaciones del abeto primitivo, que al incorporar a su genoma las sucesivas adaptaciones climáticas y ecológicas a dichos refugios, originaron especies estenoícas de abetos mediterráneos como el Pinsapo.

         Estos acantonamientos más o menos recónditos dieron lugar a bosques de gran valor ecólogico y sin par belleza, pero también de gran fragilidad dado su emplazamiento en altas pendientes y sobre suelos poco profundos.Esto unido a una explotación irracional y abusiva a lo largo de la historia, propició la situación catastrófica en que se encontraban estos bosques hasta que empezaron a arbitrarse figuras de protección que han puesto las bases de la franca recuperación que hoy todos celebramos.  

    Joaquín Santana.