Aún resuena el eco de las 12 campanadas. Todavía no hemos terminado de masticar y tragarnos la última uva, que luchaba desesperadamente por hacerce sitio con sus otras 11 hermanas.

Los barrenderos barren el confeti y las serpentinas, que la lluvia ha apelmazado, y los amontonan junto vasos y botellas vacías.

Y en el mismo monton de suciedad están los restos de basura que nos ha dejado este fatídico año.

Quiebras fraudulentas de empresas, llevadas a cabo por empresarios tan representativos del ideal de la perfección empresarial, que llegaron a ser escogidos como líderes, modelos y ejemplo a seguir, por el resto de sus compañeros.

Políticos de uno y otro signo que, mientras se dedican a reforzar su posición de poder para beneficio propio, engañan a sus seguidores vendiendo e imponiendo la visión de "su" personal memoria histórica o camino verdadero.

Bancos que han robado la vida de unos ahorradores, que solo pretendían proteger su incierto futuro.

Padres de familias que se han quedado sin sustento, porque los han echado de su trabajo, no por que no supieran hacerlo bien, si no porque los dueños de su empresa no supieron hacer bien el suyo, y prefirieron cerrar y huir con el dinero a un paraiso fiscal, porque no querían renunciar a sus privilegios económicos y sociales.

Familias que se han quedado sin casa, porque especuladores financieros les vendieron un sueño a sabiendas de que no podrían cumplirlo.

Montones y montones de mas basura, que nos señala el fin de este año.

El calendario ha terminado su vida util. Tenemos que tirarlo porque ya no sirve. Lo único que ha marcado han sido desgracias y maldades.

Y no me refiero al que teníamos sujeto con chinchetas a la pared, si no al que, grabado en piedra, ha ido señalando desde los albores de la humanidad el resurgir y caida de varias civilizaciones.

Todas empezaron a mayor gloria y provecho de los hombres, y terminaron derrumbándose victima de los ambiciosos que tomaron las riendas en nombre de los demás.

El viejo calendario maya se ha cansado de contar fracasos, y ha dado por terminado su ciclo. Tiremos al vacío del olvido la vieja, y ya inservible, rueda de piedra y comencemos a labrar nuestro propio calendario de esperanza.

Y no volvamos a dejar que nadie se apropie de nuestro futuro destino, porque somos sus únicos legitimos dueños.

Manolo Rodríguez