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BATO-LITERATURA

TEMA: SÍNDROME DE ESTOCOLMO

Re:SÍNDROME DE ESTOCOLMO 12 años 4 meses antes #1403

  • myanes
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Amigos;

impresionante la manera de recorrer la senda de la vida por parte de ambos.
Es cierto que todos hemos dejado atrás esa parte de niños para llegar a la parte hombre, en la que, a fuerza de golpes, hemos aprendido a llegar de nuevo, con más fuerza y con ilusión, nuevamente a la parte niño; esta que, si la cuidamos, nos podrá acompañar el resto de nuestros días.

Un fuerte abrazo compañeros.

Manolo YS
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Re:SÍNDROME DE ESTOCOLMO 12 años 4 meses antes #1400

  • Manolo Rodriguez
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Pepe. Me partes el corazón.

¡Cuanta amargura! ¡Cuanto dolor!

To tambien he tenido un Manolo-niño que, sin haberlo hecho, pudo perfectamente compartir con el Pepe-niño esos juegos-travesuras que aunque nadie lo comprendieran eran un canto a la vida y un maravilloso descubrir el milagro de la naturaleza.

Hubo tambien un Manolo-joven lleno de ilusiones y proyectos. Rebelde. Luchador por lo que creía.

El Manolo-hombre se encontró con el mazazo de la dura realidad. El mundo esta hecho para el uso y disfrute de unos pocos, que no tienen el menor recato en usar el planeta como un inmenso tablero de ajedrez donde se divierten ejecutando mil batallas en las que al final todos mueren a mayor gloria del rey superviviente, y donde un ejercito de 7.000.000.000 peones son sacrificados, inmisericordemente, en la lucha por la supremacía de torres, caballos, alfiles y reyes.

Estoy empezando a conocer a el Manolo-viejo. Cansado y desilusionado voy terminando de lamer mis viejas heridas, lavándolas y restañándolas con las últimas lagrimas que brotaron de las resecas fuentes de mis ojos.

Y cuando creía que todo terminaba y languidecía iremisiblemente, acabo de descubrir, con ilusión, que regresa a tenderme una mano el Manolo-niño, que vuelve a iluminar mis días con la felicidad de redescubrir las pequeñas cosas.

Recibe un abrazo muy grande, de tu hermano

Manolo-niño
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SÍNDROME DE ESTOCOLMO 12 años 4 meses antes #1399

  • Pepe Cuenca
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SÍNDROME DE ESTOCOLMO


Todos debemos ir engrosando ese pequeño ejército,
¡Qué el día de mañana se considerará un ejército heroico!
Mucho más que los que lucharon con las armas en la mano.
El ejército de los que un buen día dijeron que había que hacer algo para proteger a una Madre que no se queja,
que nos ha dado todo lo que tenemos,
¡ y a la que estamos matando!

Felix Rodríguez de la Fuente

INTRODUCCIÓN

No se que pasa;…bueno sí, ¡…el tiempo pasa!

La experiencia te propone un prisma imaginario, mirando atrás podemos figurarnos cómo sería nuestra vida actual si en lugar de traspasar esta faceta de cristal, hubiéramos tomada la de al lado, aquella otra o la de más allá. Lo cierto es que cada vez estoy más seguro de que el tiempo pone cada cosa y a cada uno en su sitio; o sea: la realidad solo es una y sus interpretaciones pueden ser unas cuantas.

Yo era un ser libre… ¿lo era realmente? ¡Uff!, en serio, no estoy seguro de ello, veamos: comenzaré de otra manera.

Érase una vez un niño pequeño -que no chico-… ¿de veraz fui pequeño alguna vez?, ¿o quizás, continúo siendo niño? …¡Vale! Deja ya de divagar. Bueno, ¿dónde estábamos?...niño pequeño que salía de su casa para mirar el campo, el horizonte, las candeleras del atardecer y sus puestas de sol, la luna, las estrellas y otras cosas curiosas. Aprendió a interpretar el color de la atmósfera, que distinta la luz si el sol crece buscando el verano o decrece buscando el invierno, preveía las temporadas de lluvia. Le fascinaban los insectos, las arañas y alacranes, los pájaros, las ranas, los peces y, por supuesto, los mamíferos; si eran salvajes mejor.

Era un niño bruto, de los sesenta, y lo mismo hacía caer un saltamontes en un embudo de tarántula para ver cuan rápido lo hacía desaparecer en el interior de la trampa, que una mosca en una telaraña para observar como era envuelta por el fino e implacable hilo de la paciente tejedora. A veces, ayudado por su hermano mayor, fabricaba una balsa con mondadientes y le ponía hormigas, como tripulación, para surcar el mar del bañito de casa. También cazaba pajarillos, pescaba carpas y barbos, ensartaba ranas o apedreaba ratas; era ésta una manera de acercarse a la naturaleza un tanto ruda, aunque muy típica de los niños mal informados de la época de este niño, y anteriores.

Qué bien sabía el niño que los aviones –las famosas oscuras golondrinas de Becquer- ya trinaban por su patio antes de que terminara el mes de enero. ¿Os habéis parado a mirar los capullos de algodón cuando aún están verdes? ¿Alguna vez habéis mascado espigas verdes de trigo y decíais que aquello era chicle? ¿Habéis buscado leones y gacelas por el entorno de Doñana cuando ibais a la playa? ¿Os habéis maravillado viendo cambiar de color al camaleón o capturando una víbora para jugar un rato con ellos y luego liberarlos? ¿Visteis cómo pesca ranas la cigüeña, como caza la salamanquesa, el murciélago o el sapo? ¿Habéis disfrutado criando gusanos de seda, un gorrioncillo, una tórtola, un mochuelo o galápagos? ¿Metiendo gambussias preñadas –les llamaba cabezones a estos pececillos- en un bote de cristal con agua para verlas parir? De todo esto y algunas aventuras más si que gozó este niño.

El pequeño piso donde vivía, de apenas 40 m2, junto a sus padres, su hermano y hermana y todo el entorno familiar que por allí pululaba a diario: abuelos, tíos, vecinas, amigos, etc. El patio del vecindario que era un descampado en si mismo, un auténtico vergel; y el campo que, a 30 metros de su vivienda, se prolongaba en dirección norte hasta la línea del horizonte. Más un canal y un arroyo próximos; constituían su hogar y a la vez campo de maniobras.

Cómo guarda, el niño, en la retina los lances del halcón contra un bando de gorriones, una lechuza contra un nido de aviones, un milano real contra un conejillo o culebras contra un ratón de campo, o la culebrilla de agua contra los peces o contra una anguila. Cuanto le gustaba, tras alguna tormenta de mayo, ir al naranjal a coger caracoles o pasear por la ribera en busca del apreciado palodú o ir con su madre a la lechería para ver las vacas. Con apenas 4 o 5 años, por las mañanas temprano, acercaba cabras para que las ordeñara su amigo el cabrero: “Torero, tráete aquella rubia, cógela bien por los cuernos”.

Por las tardes, tras del colegio, el bocadillo de aceite y azúcar, y la atención siempre quedaba pendiente de ver series, en la tele, que el relacionaba con la naturaleza; aunque a veces fueran un engaño –que por supuesto entonces él creía a pies juntillas- como eran: Tarzán, Daniel Boone, el canguro Skippy o el delfín Flipper. Y por supuesto comenzaba a valorar otras más rigurosas: ZooLoco, o las grandiosas series Félix, el Amigo de los Animales o Planeta Azul; aún parecen retumbar en la memoria del niño los timbales y tambores del título de crédito. Las estaciones se sucedían y aparecieron otros programas como Los Ríos o la histórica e inigualable El Hombre y la Tierra.

NUDO

En estas estábamos cuando a mediados de los setenta se murió “la vieja rabia” y llegó el que debía ser tiempo de apaciguarse, aunque todavía no terminamos de tranquilizarnos. El enojo y la cólera siguen hoy día contra la tierra y el hombre.

Mientras crecía supo romper las cadenas de la superstición y la religión. Se sorprendió a si mismo un día, sin saber muy bien porqué, atraído por una chiquilla. Dejo paso a la competición deportiva tras los juegos inocentes. Notó desde esos momentos que existía una amistad, fraguada desde la inocencia, desinteresada que duraría para toda la vida; incluso muchos años más tarde reconoció que este afecto no es solo patrimonio de los que la cultivaron desde la prepubertad. También es capaz de aflorar entre personas de mediana y tercera edad, pero eso sí, se hace casi imprescindible contar con un espíritu joven, de esos que son capaces de ver con los ojos del corazón.

Supo del sufrimiento por la perdida, para siempre, de lo apreciado. Aunque tardara años en convencerse de no acabar de entender el porqué. Comprobó como este dolor se repite cada cierto tiempo, a veces esperado y casi reconfortante; otras de improviso, implacable y sin sentido.

Comprendió el amor verdadero; el de la pareja que acaba entendiendo lo que no sabías revelar y el de los hijos, esos extraños que llegan para quedarse en tu vida, en tu interior y a los que a veces no aciertas a explicar lo que quieres que comprendan. Incluso percibió el terror de la amenaza en lo que más duele.

Este hombre-niño, ávido de enseñanzas, aprendió de su hermano en la naturaleza el bien que se hace con el intercambio de los descubrimientos. Creyó en la organización como medio y entregó hasta donde sabía. Cuando vio peligrar lo que cree bien social, o sea el de la mayoría, se entregó en la lucha; asumió un papel que nadie le asignó. Se convirtió en ogro feo, recaudador de impuestos. Repartiendo el tributo en aras del crecimiento de la comunidad, para todos.

DESENLACE

El hombre-niño sufre hoy día, el destino lo ha hecho frágil, tanto física como mentalmente. Ahora no puede llegar a lo alto de la montaña, ni al final del sendero, ni a combatirse a si mismo. El stress le derrota, el ejército de enfrente que aúna avaricia y egoísmo tiene mucho poder; es ese que fabricó una gran trinchera de ladrillos que hace que el horizonte se desgaje humillado entre antenas de televisión y que el Sol se ponga apenado tras de ellos. De tal modo sucede que el campo ya no se ve desde su casa. Aún así, espera que esto sea solo una batalla perdida más, donde la guerra aún está por decidir. Como dijo el magnate Warren Buffet: “por supuesto que existe la lucha de clases, y la vamos ganando nosotros”. Por lo tanto el niño, continúa en la lucha que lamentablemente van ganando los acomodados.

La reconversión agraria de los setenta envenenó con DDT y biocidas el algodón, el trigo, las papas, etc., y con ellos arrastró a la fauna. La reconversión de los ochenta y noventa dio fuelle a los latifundistas que tomaron sin temor hasta lo que no era suyo e hicieron lo imposible. Recordáis cuando era válida la interrogante metafórica ¿Quién le pone puertas al campo? La respuesta es: cualquiera que no tenga vergüenza y se sienta amparado por el poderoso.

A veces los sonidos, visiones y olores parece que asaltan los sentidos del niño-hombre, ¿cuánto tiempo hace que no escucho al grillo?, ¿dónde y cuando vi la última santateresa?, ¿y la última rana?, ¿y los pajarillos porqué no cantan ya en los pueblos y ciudades?

En el viejo patio de casa no quedan ya bichitos de luz, ni cochinillas, ni ninguna de las cinco especies de hormigas que conoció el niño: las cabezonas, de caballito (eran rojas), otras negras parecidas a las de caballo, las pequeñas hormigas negras (jardineras ellas) y las pequeñitas rojas (estas alguna vez aparecen por la cocina); ni etc., etc. Por no quedar ya casi no queda patio, consumido por feas chozas y ampliaciones amparadas en la especulación menor del ladrillo, que nació al amparo del gran boom inmobiliario.

Hoy el niño-hombre, al que un amigo definió como un romántico, argumentando que eso era así porque este niño es Quijote, filobatallador de lo imposible, se enfrenta en minoría a los gigantes-molinos de “la rabia” y “la avaricia”.

Como se ha dicho o dejado entrever, el niño creció y se dio cuenta de que había sido secuestrado por la pasión, el amor, la política, el temor, la batalla, la familia, los amigos, los conocidos…etc. Extrañamente, o no, y a pesar de todo esto ha desarrollado una clara afinidad y complicidad con sus captores. El llamado “Síndrome de Estocolmo”.
Pepe Cuenca
Utrera, 08/11/11.
Última Edición: 12 años 4 meses antes por Pepe Cuenca.
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