SENSACIONES
Un día cualquiera, de finales del verano, una cañada real cruzando una dehesa extremeña, día nublado, que le da al camino un halo de magia.
El silencio me acompaña, ayuda a integrarse en el paisaje sin distracciones, y me permite llenarme de sensaciones, reconozco el camino, en otra ocasión he pasado por él, pero era distinto no había esa magia que lo envuelve hoy.
De pronto, un toro, se ha salido de su cercado, está comiendo en mitad del camino, al verme levanta la cabeza.
Me mira.
Le miro.
Nos miramos.
No me atrevo a moverme.
Él se cansa de mirarme y sigue comiendo, entonces me muevo, levanta la cabeza.
Me mira.
Le miro.
Nos miramos.
¿Qué hacer? ¿Me vuelvo por donde he venido? ¿O desafío al miedo y paso despacio pero sin pausa?, sin pensarlo dos veces y no perdiendo el toro de vista sigo mi camino, el toro baja su cabeza y sigue comiendo tranquilamente, respiro hondo. ¡Qué bien me siento¡ creo que el animal y yo hemos llegado a comunicarnos respeto.
Sigue nublado y cada vez está el cielo más negro, no me preocupa, voy preparada para la lluvia, me doy cuenta que en la dehesa acaban de quitar el corcho a los alcornoques, están los árboles desnudos, cubiertos de rojo, como si brotara sangre de ellos, me los miro, y de pronto siento muy dentro de mi ser que me están diciendo que les duele, que sienten un dolor terrible, están tristes, nunca había sentido tal sensación, me acerco a un árbol, le abrazo, le intento darle energía y consuelo, le pido perdón por lo que los seres humanos somos capaces de hacer, miro a mi alrededor, parece un campo de batalla, todos los árboles ensangrentados, pero a pesar de ello tienen hermosura, están allí fuertes esperando que su piel vuelva a crecer, para que en nueve años más o menos se la vuelvan a arrancar, me despido de ellos dándoles todo mi amor y sigo mi camino. Ahora por un sendero que me va a llevar hasta un pueblecito en lo alto del monte.
Empieza a llover, me preparo, cada vez llueve más fuerte, que agradable sentir la lluvia resbalar por el cuerpo, ahora el ruido del agua ha roto con el silencio que me acompañaba, pero no importa, hoy es un día especial y me siento feliz, desde que empece el camino, en el que me embargan diversidad de sensaciones, todas ellas las saboreo con gran satisfacción, me siento parte de la naturaleza que me rodea, soy naturaleza, no existe en ese momento nada más.
Llego al pueblo, es pequeñito, tiene una plaza con un toro de piedra, que la preside, descanso un poco a sus pies, se oye una bocina y un señor anunciando que tiene melones, ¡he llegado a la civilización!, aunque tiene su encanto, la gente sale a ver los melones, eso hace que los vecinos aprovechen para cotillear.
-Buenos días, me dicen ¿dónde vas con este tiempo? Te tiene que gustar caminar, para meterte en estos bosques en un día como el de hoy.
Para ellos, es toda una novedad y un espectáculo ver forasteros andarines. No saben, que la experiencia de hoy está siendo única.
Emprendo el camino de regreso, con la lluvia como compañera, el sendero que voy pisando me trae otra vez de vuelta al lugar donde antes estaba el toro sólo que ahora no está, pero, ¡oh sorpresa!, en su lugar hay un caballo, un hermoso caballo, con un pelaje bellísimo, se me ha venido a la mente el caballo del indio Jerónimo, me quedo sin palabras al observar su belleza, nunca había visto un caballo con tanta hermosura, está tranquilo, quizá esperando a su jinete, me voy alejando de él, con pena de no volverlo a ver.
A dejado de llover, pero el cielo sigue negro, con algunos rayos de sol que quieren salir de entre la nubes, de pronto, aparece un arco iris con todo su esplendor, sus colores, perfectamente definidos, el contraste con la negrura del cielo hace que se vea un arco perfecto, al momento aparece otro arco, es todo un espectáculo ver los dos arcos juntos, estoy embelesada ante este nuevo encuentro con la naturaleza, ¡que poco me equivoque hoy al decir que el día era mágico!. Empieza de golpe a caer unas gotas enormes, el olor a tierra mojada lo invade todo, como en un concierto musical, el final se marca con una explosión de instrumentos.
¡Qué precioso regalo!
Mª Mercedes Soler
