Queridos compañeros.
No he querido relatar nuestra experiencia de Batosanfermines, hasta disponer del testimonio gráfico que
acabo de recibir.
Llegados al punto medio del recorrido, junto a la Rivera del Cala, tras entregarle a nuestro compañero Pepe Cañero el diploma que había quedado pendiente en la comida de navidad, decidimos dar dos horas libres, para que cada cual las empleara a su gusto.
Pensando que desde la loma cercana que aparece como fondo en la entrega del diploma se podrían divisar unas buenas vistas, animé a varios compañeros a que me acompañaran a subir a su cima.
En nuestro primer intento, el acceso estaba imposibilitado por unas cercas, tras las que pastaban un buen rebaño de vacas. Rodeando el monte, encontramos un portillo abierto, y aparentemente no había ganado. Una vez dentro, se nos acercó una persona a caballo, que se identificó como Agustín Artillo, amigo de nuestro compañero Manolo López y propietario de la finca. Nos dice que podemos pasar, pero que tengamos cuidado, que las vacas están recién paridas.
Vemos que están pastando en un grupo alejado. Algunos prudentes, optan por la retirada, y el resto, decidimos subir, dando un rodeo, que nos alejara de los rumiantes. Creímos haberlos perdido de vista, cuando de pronto, y tras una táctica envolvente propia de un general, aparecen cercanos entre las encinas. Silencio. Las miramos, nos miran, y de pronto se arrancan hacia nosotros al trote. Los minutos posteriores permanecen difuminados en mis recuerdos, debido supongo a la tensión del momento. Desbandada general, tipo sálvese quien pueda, monte abajo.
Yo, en un ejercicio que, pecando de inmodestia, podría tachar de responsabilidad hacia el grupo, me subí como un rayo a una cercana encina, para mejor dirigir desde la altura la maniobra de huida de mis compañeros, aunque alguien no tan benévolo, lo tachó de maniobra de “rata abandona el barco con sus compañeros dentro”
Afortunadamente, bien porque las vacas consideraron nuestra retirada como un gesto de buena voluntad, bien porque al poco tiempo apareció Agustín, rejoneador en su caballo, al quite, los animalitos se retiraron olvidándose de nosotros.
Una vez descendido de mi atalaya y reunido el disperso y acongojado grupo, optamos por la prudente retirada, olvidándonos de nuestro proyectado ascenso.
Y es que la primavera altera, como ya pudimos comprobar al comienzo de nuestra ruta, cuando vimos a dos enormes toros en liza. Tendremos que tomar precauciones especiales con el ganado, en esta época.
Por lo demás, la ruta creo que fue satisfactoria, y que la disfrutamos.
Un abrazo, a todos los compañero, y en particular, a los que compartieron esta pequeña aventura.
Manolo