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TEMA: Soledades

Re:Soledades 12 años 8 meses antes #1263

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Amigo Pepe;

acabo de ver este mensaje y tengo un par de cosas que comentarte:
la primera que los poemas elegidos son excepcionales y fiel reflejo de los momentos que estás viviendo y, la segunda, que espero sigamos disfrutando de tu compañía y que nunca vuelvas solo hacia la ciudad en tantas y tantas tardes polvorientas.

Un abrazo;

Manolo YS
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Soledades 12 años 8 meses antes #1246

  • Pepe Cuenca
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Poned sobre los campos
un carbonero, un sabio y un poeta.
Veréis cómo el poeta admira y calla,
el sabio mira y piensa...
Seguramente, el carbonero busca
las moras o las setas.
Llevadlos al teatro
y sólo el carbonero no bosteza.
Quien prefiere lo vivo a lo pintado
es el hombre que piensa, canta o sueña.
El carbonero tiene
llena de fantasías la cabeza.
A. Machado


Estos días atrás sentía nostalgia. Buscando al joven aventurero de caminos, ríos y montañas me encontré con el niño ávido de conocimiento, incluso al solidario con el obrero y el desfavorecido.
Mis tobillos me han lastrado, otra responsabilidad me limita
¿Qué haces? ¿Te arrepientes?
Las respuestas son fáciles, al menos ahora mismo las puedo contestar.
Hago lo que de alguna u otra manera hace más de treinta años es un convencimiento en mi vida.
No me arrepiento, para nada. Pero las tareas se acumulan en mi vida y temo que serán difíciles de afrontar todas.

Ayer fui hasta el Huéznar, con resignación. La compañia de Eduardo Bazo y Antonio Boje fue de una calidad excepcional. Me conformo buscando rapaces en el camino, y la Campiña sevillana nos regala con la vista de distintas especies: el milano común, cernícalo primilla, algún aguilucho cenizo. El inconfundible busardo ratonero y hasta un mochuelo parado al filo de la carretera. Ya en las primeras estribaciones de la Sierra Morena sevillana nos saludan un par de buitres leonados y la silueta de alguna pequeña falcónida esbelta, puede que un alcotán.
La jornada placentera de paseo por la ribera y baño, huyendo de muchedumbre. Con el rumor del Rivera y la brisa favorable; el regalo de la naturaleza nos llega con la contemplación de un azor a unos 30 metros, en la arboleda. No faltaron los córvidos habituales: las grajillas del Castillejo, las urracas, algún rabilargo en los chaparros de la ladera este y los ruidosos arrendajos.

Resignación por mis dañados tobillos, Mono de responsabilidad en la excursión. Todo era una excusa para ver a mis amigos Batolitos. Cómo los echo de menos, echo en falta también a mis Pasos Largos. Ayer como una metáfora de la sinrazón, fui a buscar a Los Batolitos, a esperarlos; pasamos a no más de 15 metros uno de otros y sin embargo no nos encontramos donde yo quería.

Al final por fin nos vimos, pero ya todo fueron prisas, La jornada se me tornó agridulce aunque solo es una cuestión mía conmigo mismo. Después de 15 años ha llegado la hora no de cerrar o pasar página si no de abrir otra puerta.

Hay poemas que hoy aplicaría a la situación que me he creado y, atendiendo a aquello que Mario Jiménez –el cartero- le dijo a D. Pablo Neruda: “La poesiá es de quién la utiliza”, me quedo con Soledades de D. Antonio Machado,

Soledades

Hacia un ocaso radiante
caminaba el sol de estío,
y era, entre nubes de fuego, una trompeta gigante,
tras de los álamos verdes de las márgenes del río.

Dentro de un olmo sonaba la sempiterna tijera
de la cigarra cantora, el monorritmo jovial,
entre metal y madera,
que es la canción estival.

En una huerta sombría,
giraban los cangilones de la noria soñolienta.
Bajo las ramas obscuras el son del agua se oía.
Era una tarde de julio, luminosa y polvorienta.

Yo iba haciendo mi camino,
absorto en el solitario crepúsculo campesino.

Y pensaba: «¡Hermosa tarde, nota de la lira inmensa
toda desdén y armonía;
hermosa tarde, tú curas la pobre melancolía
de este rincón vanidoso, obscuro rincón que piensa!»

Pasaba el agua rizada bajo los ojos del puente.
Lejos la ciudad dormía,
como cubierta de un mago fanal de oro trasparente.
Bajo los arcos de piedra el agua clara corría.
Los últimos arreboles coronaban las colinas
manchadas de olivos grises y de negruzcas encinas.
Yo caminaba cansado,
sintiendo la vieja angustia que hace el corazón pesado.

El agua en sombra pasaba tan melancólicamente,
bajo los arcos del puente,
como si al pasar dijera:

«Apenas desamarrada
la pobre barca, viajero, del árbol de la ribera,
se canta: no somos nada.
Donde acaba el pobre río la inmensa mar nos espera.»

Bajo los ojos del puente pasaba el agua sombría.
(Yo pensaba: ¡el alma mía!)

Y me detuve un momento,
en la tarde, a meditar...
¿Qué es esta gota en el viento
que grita al mar: soy el mar?

Vibraba el aire asordado
por los élitros cantores que hacen el campo sonoro,
cual si estuviera sembrado
de campanitas de oro.

En el azul fulguraba
un lucero diamantino.
Cálido viento soplaba
alborotando el camino.

Yo, en la tarde polvorienta,
hacia la ciudad volvía.
Sonaban los cangilones de la noria soñolienta.
Bajo las ramas obscuras caer el agua se oía.

A. Machado
Última Edición: 12 años 8 meses antes por Pepe Cuenca.
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